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Alicia Oliva González

Tengo 26 años.

 

Nací en Madrid, un martes 13, en una tarde de asfalto ardiente. Me gusta estar conmigo misma, la lluvia si estoy en casa y el sol en cualquier situación. La ciudad y el campo, ambos me pierden. La gente es lo que más me gusta, aunque sus perros siempre me acaben gustando más. Soy un culo inquieto. Me gusta andar, correr, saltar y todos su derivados.

 

La capital me vio crecer hasta los 18 años que fue cuando volé hacia la ciudad Condal. Las calles de Barcelona no conocían mi nombre y sin embargo yo me sabía hasta su norte. De tanto patearme esa ciudad, se hizo más mía que ninguna otra. Salté a Nueva Zelanda como huída declarada y me pasé seis meses amando la vida y aprendiendo de ella. Conocí a gente maravillosa, fotografié todas las playas existentes, los montes, la comida, las sonrisas y me llevé muchas historias.

 

Volví a Barcelona, un poco cambiada, con trozos de historias que ya se habían hecho mías. Me fui a Montreal con la escusa de que tenía que cerrar un círculo. Creo firmemente en ello. Allí cerré el círculo y pasé un frío de narices. Vi mucha nieve, tomé muchos chocolates calientes y fui a muchos conciertos.

 

Barcelona me volvió a recibir con los brazos de par en par y pronto la tuve que decir adiós. Me fui triste pero con un título de traducción e interpretación bajo el brazo. Me aventuré en un Máster en RRII y Estudios Africanos con el deseo de escaparme cámara en mano y macuto a la espalda hacia África para poder documentar con conocimiento, entender y llevarme más preguntas. Antes de graduarme, me perdí por Kenia y Uganda. Más tarde, la vida me llevó a París; tuve experiencias maravillosas y mi primer trabajo remunerado. Después de tanto soñarlo, la vida me regaló la oportunidad de vivir en África: me fui a Malawi como coordinadora de un proyecto de cooperación. Ahora vivo en el corazón de la ciudad que me vio nacer: Madrid. Mi cabeza suele viajar más que mis pies, aún así soy feliz en estas cuatro paredes donde estoy construyendo una nueva vida junto al hombre al que quiero. 

 

Pedro A. Martín me metió el gusanillo de la fotografía hace ya muchos años. Me enseñó a mirar como una fotógrafa, a ver la vida en imágenes, a hacer pensar a la gente cuando viese mi fotografía, a hacerles sentir. 

 

"I've learned that people will forget what you've said. People will forget what you did. But people will never forget how you make them feel."

 

Gracias a él mis ojos ven de la manera que ven. Espero que disfrutéis de mi trocito de arte, de vida, de sentimiento.

 

No olvideis pasar por aquí también: http://www.pedroamartinramos.es/

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